¿Sociedad y lazos?

Hoy hago una apuesta a la brevedad. Hace mucho tiempo existían unos pocillos de té y café con la inscripción: “Tú y yo”. Una visión encantadora del encuentro feliz entre tú y yo. ¡Somos dos compartiendo! Seguramente porque nos queremos, ejemplo del buen vivir. Del supuesto lazo de amor. Todos sabemos que no se llega fácilmente a ese lugar. Compartimos y distribuimos, un pocillo para ti, otro para mí. Ofrezcan a dos niños de corta edad los pocillos y seguramente se pelearán por la posesión de uno. Uno cualquiera. Porque lo consideran más lindo o porque quieren justamente lo que el otro ha elegido. Mientras más pequeño es el niño más probabilidades habrá de pelear por el pocillo o en realidad para “apropiarse” del deseo del otro: el pocillo elegido. 
Repito, al tú y yo no se llega fácilmente. Primero habrá que construir un yo, y luego un no yo, que vendría a ser el tú, el otro. Esta construcción es lenta y compleja y generalmente pocos se detienen en el significante “y”. El pobrecito pasa desapercibido pese a su importancia. Va a ser necesario lo simbólico de esta Y para superar la relación dual que es: O yo, o tú. Es el principio de la guerra. Lacan construyó esta frase: “Dos para un solo lugar, alguien debe morir.” En extremo, como acontecimiento, el holocausto y otras matanzas fue eso. Tomada como metáfora dicha frase nos parece un exceso. Tomada en serio es un hecho que se ve pulular en nuestro mundo. Es preciso que desaparezca uno porque eres y tienes más de lo que yo soy y tengo (lo supongo o le otorgo una certeza). ¿No fue y es la base de la invasión, la ocupación, la instauración de las colonias y las intervenciones más solapadas y sofisticadas entre los “dueños” de los países más poderosos en la actualidad?
Volviendo a los niños esa (“y”) simbólica es la que cada uno debe construir. Lo simbólico, que no es dual imaginario, es el principio que otorga a cada uno su lugar, en la medida en que este lugar es compatible con otros. Pero este simbólico que en Lacan es una dimensión, no adivina, controla, ni predice que nuestra famosa (“o” en su versión mortífera) no siga emergiendo. Lo imaginario también nos constituye no solamente en el plano de la violencia y rivalidad desde la que estoy hablando y hasta podría animarme a decir: aparece cuando uno menos se lo espera. Aunque otras veces, algunos, muchos, atentos, lo vean venir. 
Y, entonces lo que llamamos nuestra sociedad tal vez sea una ilusión, como dice J. Miller. No es Una, no es homogénea. Es la construcción de una heterogeneidad de lazos diferentes.

¿Quizás porque nuestra especie comienza como comienza es que resulta más fácil dejar de amar que dejar de odiar?