En general, los consultantes recurren a referencias de terceros para iniciar un tratamiento psicológico. En otros casos poseen por diversas razones conocimientos máximos o mínimos sobre las diferentes teorías clínicas y desde allí eligen a quien solicitar una entrevista.
Voy a hablar ahora de mi orientación teórica de la que deriva mi práctica para aquellos que les interese y, además porque lo considero un derecho de quien está dispuesto a elegir el estilo de mi práctica.
Parte del esfuerzo de hacer una introducción –lo más simple posible–, sobre cómo respondo desde esta orientación. Comienzo por exponer la distinción entre lo universal, lo particular y lo singular ya que ese singular es nuestro asunto. Representamos lo universal como una clase formada por elementos que tienen la misma propiedad, por ejemplo la clase de los seres humanos. Lo particular consiste en tomar sólo una parte de la clase toda por ejemplo: Los sujetos obsesivos. Y los elijo por esa particularidad. Siempre que obtenemos lo particular lo hacemos desde un uno entre otros. Lo singular en cambio no entra en lo universal, está separado, solito, no forma parte de ningún conjunto. Por esta senda abordo a lo singular que no se refiere a la persona o el individuo, sino al sujeto.
Su relevancia radica en que consideramos a los síntomas como particulares. Hablamos de síntomas obsesivos, histéricos, etc. También sucede que estos particulares fueron a parar al discurso social y que se diga: “esa es una histérica” o “este es un obsesivo”. Se volvió popular. Lacan reserva lo singular a nivel de sujeto que no equivale a una persona o individuo. Por supuesto es una persona quien consulta, pero como en tanto sujeto no se parece a ningún otro mi conducción se dirige a ese ser único e irrepetible. Allí se dirige mi escucha.
Ese sujeto 1, en singularidad, va apareciendo durante las sesiones. No es visible en una primera entrevista, pero no obstante se puede señalar un dato, una pista que para el consultante puede haber pasado desapercibido aunque lo haya dicho y tenga conexión con su ser único e íntimo.
Siempre vuelve a mi mente una frase, que ya mencioné, originaria de la filosofía china: Prudencia en las palabras y precaución en las acciones. Uno no sabe nada sobre quien consulta. ¿Por qué excederme en mi respuesta? Hay un dicho bastante popular y sabio: “El camino del infierno está hecho de buenas intenciones.” Si uno se excede en la respuesta puede suceder que, con las mejores intenciones de contener, en algunos casos envíe al consultante al peor de los infiernos. Así de delicado es el asunto. Sostengo la idea de que, al responder, uno debe medirse ya que no es posible adivinar los efectos que producirán esas palabras. Y aunque su consulta me despierte el empuje a decir “algo más” no me atribuyo ese derecho. Con el infierno en el horizonte, me rijo por el principio de que en ese primer momento es mejor callar. Algunos quedarán desencantados por la respuesta pero por lo menos el desencanto no lo conducirá a algún posible riesgo. Mi práctica consiste en una clínica del sujeto. Sujeto del inconciente, que explica por qué justamente lo que les señalo en lo que dicen, les pasa desapercibido.
Lo que deslizo en este comentario es el valor de la responsabilidad.
La clínica del sujeto es una clínica en donde alguien se pregunta y se cuestiona así mismo. Y el tratamiento de estas preguntas es una clínica ética. Cuando me preguntan: “¿Hago bien o hago mal?”, “¿Por qué soy así?”, sé que este consultante se involucra en lo que relata. Es un sujeto ético que quiere hacer un cambio en sí. Lo interesante para la experiencia analítica es cuando alguien percibe que forma parte del desorden del que se queja. Asume su responsabilidad en lo que se embrolla. Única manera de instalarse como un sujeto ético y de derecho. Esto significa que tenemos ahí un sujeto capaz de responder por lo que le pasa y proceder a su rectificación ya que puede juzgar él mismo lo que hace y dice sin someterse solamente al mandato social. Si esto falta, la experiencia analítica no se desarrolla.
El psicoanálisis es impensable sin sujeto de derecho, como es impensable la práctica analítica en Estados sin derechos.
¿Entonces, será crucial la vara de la responsabilidad para pensar el concepto de salud mental?
Concluyo entonces con que: la clínica de mis respuestas (al inicio) es una clínica de los señalamientos. La clínica de mi práctica es una clínica de los desciframientos.