Ecos de una consulta

Hace muy poco tiempo permanecí reflexionando al responder una consulta. Se sabe que se ha trasladado al discurso común categorías provenientes del psicoanálisis aunque usadas como adjetivos para calificar a las personas: Ella es histérica, él obsesivo, etc. 
Sin embargo la época obligó a Lacan de manera discreta a ubicar “al canalla” y la “canallada.” Como ven, una palabra que al revés va desde el discurso común al psicoanálisis. Lacan aconsejó a los psicoanalistas respecto de la NO atención de esos individuos. Lo separó del perverso y del psicópata ya que el canalla se posiciona desde un lugar “especial” para operar sobre los deseos del semejante. 
Desde este posicionamiento no se implica ni con la culpa ni la responsabilidad y recurre a cualquier justificación sobre sus actos y dichos. Este es su rasgo distintivo. Se disculpa a sí mismo bajo “inventos” -hasta disparatados- en los que se ampara con apariencia de cándido, ignorante o ingenuo. Hay en el canalla una “habilidad particular” (dicho figuradamente) para influenciar al otro en su propio beneficio. Es quien no se detiene en la manipulación de los demás. Pretende existir por fuera de la ley, salvo, cuando desde un lugar de poder, es quien la impone. 
Debido a esto, no es posible que realice ninguna rectificación (cambio) que se espera dentro de todo dispositivo analítico. No dejará de ser quien cree que es. Tampoco conoce la vergüenza. Lo pueden distinguir por doquier y en cualquier ámbito social o político que haya alcanzado, sobre todo, porque deshumaniza al otro, ya que no vale nada. Así, los que le son cercanos quedan captados, perplejos o confundidos con las respuestas que brindan, provienen del mismo lugar del que surge su continua manipulación.

Se puede decir más sobre el canalla pero aquí me detengo al considerar que escribo sobre ellos, tal vez, para que no sólo los psicoanalistas estén advertidos de su existencia.